Superación Personal - Cuentos -

La Felicidad

  

Hay un viejo cuento que dice que un día se reunieron tres duendes en una cueva. Estaban tramando hacerle una broma al ser humano que consistía en esconderle la felicidad.

Uno de ellos propuso esconderla en el fondo del mar. No, de ninguna manera, dijo el otro porque el ser humano siendo creativo, ingenioso e inventor podría construir una nave que se sumergiera en el mar y podría encontrarla.
Que les parece si la escondemos en el planeta más recóndito del universo. No, de ninguna manera, dijo el que se había opuesto en primera instancia porque el ser humano es creativo, ingenioso e inventor podría construir una nave que volara a través del universo y podría hallar su felicidad y eso no queremos.
Entonces, uno de los duendes que había estado callado escuchando con atención a sus compañeros propuso esconder la felicidad dentro del hombre, porque se la pasaría buscando en el fondo del mar y en el universo y no se daría cuenta que la tiene en él.
El emprendedor de alma busca, como todo ser humano, vivir lo mejor que pueda, viajar donde quiera, vestirse de la forma que le plazca con las marcas que prefiera, darse la mayor cantidad de gustos posibles.
La paradoja es que, aunque para todo esto se necesita dinero, no emprende únicamente por el dinero, sino por algo muy superior: Ser feliz viviendo de lo que le gusta hacer.
El emprendimiento es parte de la búsqueda genuina de la felicidad.
El emprendedor sabe que su negocio no es un fin sino un medio para alcanzarla, porque sabe que la felicidad no está en ningún lugar externo específico sino en su propio ser.
Un emprendedor que conoce y practica este secreto se convierte en un líder real, de los que inspiran, de los que predican con el ejemplo personal.
Nuestro estado interior se refleja en todo, incluyendo nuestro emprendimiento.
Un emprendedor que busca ser feliz tiene más posibilidades de tener un negocio próspero en todo sentido que aquel que vive atrapado en las redes de la angustia, los problemas y el stress.
No se trata de negar las dificultades sino todo lo contrario: Reconocerlas, asumir su existencia y ponerse en positivo para superarlas y dejarlas atrás.
Todos tenemos la posibilidad de elegir qué hacer con cada situación: Los transformamos en alas para elevarnos o en ancla para hundirnos.

LAS DOS VASIJAS

 
 
Un aguador de la India tenía sólo dos grandes vasijas que colgaba en los extremos de un palo y que llevaba sobre los hombros.
Una tenía varias grietas por las que se escapaba el agua, de modo que al final de camino sólo conservaba la mitad, mientras que la otra era perfecta y mantenía intacto su contenido.
Esto sucedía diariamente.
La vasija sin grietas estaba muy orgullosa de sus logros pues se sabía idónea para los fines para los que fue creada.
Pero la pobre vasija agrietada estaba avergonzada de su propia imperfección y de no poder cumplir correctamente su cometido. Así que al cabo de dos años le dijo al aguador:
Estoy avergonzada y me quiero disculpar contigo porque debido a mis grietas sólo obtienes la mitad del valor que deberías recibir por tu trabajo.
El aguador le contestó:
Cuando regresemos a casa quiero que notes las bellísimas flores que crecen a lo largo del camino.
Así lo hizo la tinaja y, en efecto, vio muchísimas flores hermosas a lo largo de la vereda; pero siguió sintiéndose apenada porque al final sólo guardaba dentro de sí la mitad del agua del principio.
El aguador le dijo entonces:
¿Te diste cuenta de que las flores sólo crecen en tu lado del camino? Quise sacar el lado positivo de tus grietas y sembré semillas de flores. Todos los días las has regado y durante dos años yo he podido recogerlas.
Si no fueras exactamente como eres, con tu capacidad y tus limitaciones, no hubiera sido posible crear esa belleza.
Todos somos vasijas agrietadas por alguna parte, pero siempre existe la posibilidad de aprovechar las grietas para obtener buenos resultados.

EL PERFUME DE LA MAESTRA

 
 
Su nombre era Mrs. Thompson. Mientras estuvo al frente del 5º grado, el primer día de clase lo iniciaba diciendo a los niños una mentira. Como la mayor parte de los profesores, ella miraba a sus alumnos y les decía que a todos los quería por igual. Pero eso no era posible, porque ahí en la primera fila, desparramado sobre su asiento, estaba un niño llamado Teddy Stoddard.
Ella desde el año pasado había observado a Teddy, notando que él no jugaba muy bien con otros niños, su ropa estaba muy descuidada y constantemente necesitaba un buen baño, por lo que comenzaba a ser un tanto desagradable.
Llegó el día en que ella disfrutaba tachar los trabajos de Teddy con un plumón rojo, con una gran X y un cero muy llamativo en la parte superior de sus tareas.
En la escuela donde Mrs. Thompson enseñaba, tenía que revisar el historial de cada niño y había dejado el expediente de Teddy para el final. Cuando al fin lo revisó, se llevó una gran sorpresa.
La profesora de primer año escribió: “Teddy es un niño muy brillante, con una sonrisa sin igual. Hace su trabajo de una manera limpia y tiene muy buenos modales; es un placer tenerlo cerca”.
Su profesora de segundo escribió: “Teddy es un excelente estudiante, se lleva muy bien con sus compañeros, pero se nota preocupado porque su madre tiene una enfermedad incurable y el ambiente en su casa debe ser muy difícil”.
La profesora de tercero escribió: “Su madre ha muerto, ha sido muy duro para él. Él trata de hacer su mejor esfuerzo, pero su padre no muestra mucho interés y el ambiente en su casa le afectará pronto si no se toman ciertas medidas”.
Su profesora de cuarto escribió: “Teddy se encuentra atrasado con respecto a sus compañeros y no muestra mucho interés en la escuela. No tiene muchos amigos y en ocasiones duerme en clase”.
Ahora Mrs. Thompson se había dado cuenta del problema y estaba apenada con ella misma. Comenzó a sentirse peor cuando sus alumnos le llevaron sus regalos de Navidad, envueltos con preciosos moños y papel brillante, excepto Teddy. Su regalo estaba mal envuelto con un papel amarillento que él había tomado de una bolsa de papel.
A ella le dio pánico abrir ese regalo en medio de los otros presentes.
Algunos niños comenzaron a reír cuando ella encontró un viejo brazalete y un frasco de perfume con sólo un cuarto de su contenido.
Ella detuvo las burlas al exclamar lo precioso que era el brazalete, mientras se lo probaba y se colocaba un poco del perfume en su muñeca. Teddy Stoddard se quedó ese día al final de la clase el tiempo suficiente para decir: “Mrs. Thompson, el día de hoy usted huele como solía oler mi mamá”.
Después de que el niño se fue, ella lloró por lo menos una hora. Desde ese día, ella dejó de enseñarles a los niños aritmética, a leer y a escribir. En lugar de eso, comenzó a educarlos y puso atención especial en Teddy. Conforme comenzó a trabajar con él, su cerebro comenzó a revivir. Mientras más lo apoyaba, respondía más rápido.
Para el final del ciclo escolar, Teddy se había convertido en uno de los niños más aplicados de la clase y a pesar de su mentira, de que quería a todos sus alumnos por igual, Teddy se convirtió en uno de los consentidos de la maestra.
Un año después, ella encontró una nota debajo de su puerta, era de Teddy, diciéndole que ella había sido la mejor maestra que había tenido en toda su vida.
Seis años después por las mismas fechas, recibió otra nota de Teddy; ahora escribía diciéndole que había terminado la preparatoria siendo el tercero de su clase y ella seguía siendo la mejor maestra que había tenido en toda su vida.
Cuatro años después, recibió otra carta que decía que a pesar de que en ocasiones las cosas fueron muy duras, se mantuvo en la escuela y pronto se graduaría con los más altos honores. Él le reiteró a Mrs. Thompson que seguía siendo la mejor maestra que había tenido en toda su vida y su favorita.
Cuatro años después recibió otra carta. En esta ocasión le explicaba que después de que concluyó su carrera, decidió viajar un poco. La carta le explicaba que ella seguía siendo la mejor maestra que había tenido y su favorita, pero ahora su nombre se había alargado un poco, la carta estaba firmada por Dr. Theodore F. Stoddard, MD.
La historia no termina aquí, existe una carta más que leer. Teddy ahora decía que había conocido a una chica con la cual iba a casarse. Explicaba que su padre había muerto hace un par de años y le preguntaba a ella si le gustaría ocupar en su boda el lugar que usualmente es reservado para la madre del novio.
Por supuesto Mrs. Thompson aceptó y adivinen: ella llegó usando el viejo brazalete y se aseguró de usar el perfume que Teddy recordaba que usó su madre la última Navidad que pasaron juntos.
Se dieron un gran abrazo y el Dr. Stoddard le susurró al oído, “Gracias Mrs. Thompson por creer en mí. Muchas gracias por hacerme sentir importante y mostrarme que yo puedo hacer la diferencia”. Mrs. Thompson, con lágrimas en los ojos, tomó aire y dijo: “Teddy, te equivocas, tú fuiste el que me enseñó a mí que yo puedo hacer la diferencia. No sabía cómo educar hasta que te conocí”.

La puerta y las flechas

 
 
¿Cuántas puertas dejamos de abrir por el miedo a arriesgar…?
 
En una tierra en guerra había un rey que causaba espanto: A sus prisioneros, no los mataba, los llevaba a una sala donde había un grupo de arqueros de un lado y una puerta inmensa de hierro del otro, sobre la cual se veían grabadas figuras de calaveras cubiertas de sangre.
En esta sala les hacía formar un círculo y les decía:
Ustedes pueden elegir entre morir a flechazos por mis arqueros o pasar por aquella puerta…….detrás de esa puerta YO LOS ESTARÉ ESPERANDO………
Todos elegían ser muertos por los arqueros.
Al terminar la guerra un soldado que por mucho tiempo había servido al rey, se dirigió al soberano:
Señor ¿puedo hacerle una pregunta?
Dime soldado
Señor: ¿qué había detrás de la puerta? EL REY CONTESTÓ:
Ven y mira tú mismo!!
El soldado abrió temerosamente la puerta y, a medida que lo hacía, rayos de sol entraron y la luz invadió el ambiente y finalmente, sorprendido descubrió que……..
La puerta se abría sobre un camino que conducía a la LIBERTAD!!!!
El soldado embelesado miró a su rey, quién le dijo:
Yo les daba la oportunidad de hacer una ELECCIÓN, pero por temor preferían morir a arriesgarse a abrir esa puerta!!
¿Cuántas puertas dejamos de abrir por el miedo a arriesgar?
¿Cuántas veces perdemos la libertad y morimos por dentro, solamente por sentir miedo de abrir, la puerta de nuestros sueños?


Apunta a las estrellas

 
Una vez un sabio amigo conto una historia, que decía; “Había una vez un grupo de hombres musculosos y fornidos, intentando tirar una piedra desde un extremos del río al otro, llevaban semana intentándolo tanto que hasta habían conseguido un gran premio para quien fuera capaz de atravesar de un extremo al otro una piedra, cientos de hombres y mujeres llegaban a intentar lograr la gran hazaña, pero ninguno era capaz de lograrlo, hasta que un buen día un campesino que pasaba por el lugar pregunto ¿porque hay tanto alboroto?
Y la gente le comento acerca del reto, a lo que èl contesto, “pero eso es muy fácil, yo puedo lograrlo” la gente presente mirándose unos a otros no pudieron aguantar la risa burlesca, y viéndolo de pies a cabeza exclamaron “eso es imposible, como tú vas a lograrlo” el campesino tranquilo, agachándose tomo una piedra, y mirando fijamente lanzo la piedra, y ante el asombro de todos la piedra cruzo y cayó al otro lado del río. La gente avergonzada, pregunto “como lograste hacerlo”, y el campesino exclamo, es fácil, todos ustedes estaban apuntando al otro lado del río mas yo apunte hacia las estrellas.”
La moraleja de esta historia es que pase lo que pase debemos mirar más allá de lo que nuestros ojos pueden ver, creer en aquello que no vemos, confiar en que podemos lograr todo aquello que soñamos, sin límite alguno, todo está en hacia donde apuntamos, hacia donde creemos que podemos llegar, nuestro peor enemigo es no creer en lo que somos capaces, es dudar de nosotros mismos.
Llegaremos tan lejos como pongamos nuestra mirada, volaremos tan alto como nos creamos capaces de lograrlo, alcanzaremos todo aquello que creamos posible lograr, solo hay que actuar y dar pasos de fe, con la mirada fija, sin desviarnos.
Apuntar a las estrellas, esa es la clave de alcanzar nuestros sueños, no importa que tan imposibles parezcan, no importa que ya muchos lo hayan intentado, tu puedes escribir tu propia historia.


LA PARÁBOLA DEL ÁGUILA


Era una vez un hombre que, mientras caminaba por el bosque, encontró un aguilucho. Se lo llevó a su casa y lo puso en el corral, donde pronto aprendió a comer la misma comida que los pollos y a comportarse como éstos. Un día, un naturalista que pasaba por allí le preguntó al propietario por qué razón un águila, el rey de todas las aves y los pájaros, tenía que permanecer encerrada en el corral con los pollos.
Como le he dado la misma comida que a los pollos y le he enseñado a ser como un pollo, nunca ha aprendido a volar, replicó el propietario.
Se comporta como los pollos y por tanto, ya no es un águila.
Sin embargo, insistió el naturalista, tiene corazón de águila y con toda seguridad, se le puede enseñar a volar.
Después de discutir un poco más, los dos hombres convinieron en averiguar si era posible que el águila volara. El naturalista la tomó en brazos suavemente y le dijo: “Tú perteneces al cielo, no a la tierra. Abre las alas y vuela”.
El águila, sin embargo, estaba confusa, no sabía qué era y al ver a los pollos comiendo, saltó y se reunió con ellos de nuevo.
Sin desanimarse, al día siguiente, el naturalista llevó al águila al tejado de la casa y le animó diciendo: “Eres un águila. Abre las alas y vuela”.
Pero el águila tenía miedo de su “yo” y del mundo desconocido y saltó una vez más en busca de la comida de los pollos.
El naturalista se levantó temprano el tercer día, sacó al águila del corral y la llevó a la montaña. Una vez allí, alzó al rey de las aves y le animó diciendo: “Eres un águila y perteneces tanto al cielo como a la tierra.
"Ahora, abre las alas y vuela”.
El águila miró alrededor, hacia el corral, y arriba, hacia el cielo. Pero siguió sin volar. Entonces el naturalista la levantó directamente hacia el sol, el águila empezó a temblar, a abrir lentamente las alas y, finalmente, con un grito triunfante, voló alejándose en el cielo.
Es posible que el águila recuerde todavía a los pollos con nostalgia, hasta es posible que, de vez en cuando, vuelva a visitar el corral. Que nadie sepa, el águila nunca ha vuelto a vivir vida de pollo.
Siempre fue un águila, pese a que fue mantenida como un pollo.

Después de leer esto, la pregunta es: ¿y nosotros, estamos viviendo como pollos o como águilas? ¿Estamos desarrollando todas nuestras posibilidades o, nos estamos conformando con bastante menos de lo que podemos ser?
 

 

 NUNCA DEJES DE BRILLAR

 
Cuenta una leyenda que una vez una serpiente empezó a perseguir a una luciérnaga.
Esta huía rápido de la feroz depredadora y la serpiente al mismo tiempo no desistía.
Huyó un día y ella la seguía, dos días, y la seguía… Al tercer día, ya sin fuerzas, la luciérnaga paró y le dijo a la serpiente:
“¿Puedo hacerte tres preguntas?”
“No acostumbro a dar este precedente a nadie, pero como te voy a devorar, puedes preguntar”, -contestó la serpiente…
“¿Pertenezco a tu cadena alimenticia?” -preguntó la luciérnaga.
“No”, -contestó la serpiente.
“¿Yo te hice algún mal?” -dijo la luciérnaga.
“No”, -volvió a responder la serpiente.
“Entonces, ¿Por qué quieres acabar conmigo?”
¡¡¡ Porque no soporto verte brillar !!!
MORALEJA: Muchos de nosotros nos hemos visto envueltos en situaciones dónde nos preguntamos: “¿Por qué pasa, no he hecho nada malo, ni daño a nadie?”
Sencillo es de responder… ¡¡¡ PORQUE NO SOPORTAN VERTE BRILLAR…!!!
cuando esto pase, no dejes de brillar, continúa siendo tú mismo, continúa y sigue dando lo mejor de ti, sigue haciendo lo mejor, no permitas que te lastimen, no permitas que te hieran, sigue brillando y no podrán tocarte… porque tu luz seguirá intacta.
Tu esencia permanecerá, pase lo que pase…
¡¡Sé siempre auténtico, aunque tu luz moleste a los predadores!!

 

SOMOS CAPACES… 

 
Un millonario promueve una fiesta en una de sus mansiones; en determinado momento pide silencio,
la música para, y dice, mirando hacia la piscina donde criaba cocodrilos australianos:
El que logre cruzarla y salir vivo al otro lado, ganará todos mis autos… ¿¿¿¿¿¿Alguien se atreve??????
Espantados, los invitados permanecen en silencio y el millonario insiste:
El que se lance a la piscina, logre cruzarla y salir vivo al otro lado, ganará todos mis autos y mis aviones… ¿¿¿¿¿Alguien se atreve?????
El silencio impera, y una vez más, ofrece:
El que se lance a la piscina, logre cruzarla y salir vivo al otro lado, ganará todos mis autos, mis aviones y mis mansiones…
En este momento, alguien salta a la piscina. La escena es impresionante… una lucha intensa, el hombre se defiende como puede, agarra la boca de los cocodrilos con pies y manos, tuerce la cola de los reptiles… DIOS MIO… Mucha violencia y emoción. ¡¡¡Parecía una película de COCODRILO DUNDEE!!! Después de algunos minutos de terror y pánico, sale el valiente hombre, lleno de arañazos, hematomas y casi muerto.
El millonario se aproxima, lo felicita y le pregunta:
¿¿¿¿¿¿Dónde quiere que le entregue los autos??????
Gracias pero no quiero sus autos…
Sorprendido, el millonario pregunta:
¿¿¿Y los aviones??? ¿¿¿¿dónde quiere que se los entregue????
Gracias, pero no quiero sus aviones…
Extrañado por la reacción del hombre, el millonario pregunta:
¿¿¿¿¿¿Y las mansiones??????
Yo tengo una bella casa, no necesito de las suyas. Puede quedarse con ellas…
No quiero nada que sea suyo…
Impresionado, el millonario pregunta:
Pero si Ud. no quiere nada de lo ofrecido,
¿¿¿¿qué quiere entonces????
Y el hombre le respondió muy irritado:
¡¡¡¡¡¡Encontrar al hijo de puta que me empujó a la piscina!!!!!!
MORALEJA:
SOMOS CAPACES DE REALIZAR MUCHAS COSAS QUE, A VECES, NI NOSOTROS MISMOS CREEMOS…
SÓLO NECESITAMOS UN EMPUJONCITO, Y EN CIERTOS CASOS…
…UN GOLPE DONDE MÁS NOS DUELE.
 

ARREGLANDO EL MUNDO 

 
Un científico, que vivía preocupado con los problemas del mundo, estaba resuelto a encontrar los medios para aminorarlos.
 
Pasaba días en su laboratorio en busca de respuestas para sus dudas.
Cierto día, su hijo de 7 años invadió su santuario decidido a ayudarlo a trabajar.
El científico, nervioso por la interrupción, le pidió al niño que fuese a jugar a otro lugar.
Viendo que era imposible sacarlo, el padre pensó en algo que pudiese darle con el objetivo de distraer su atención.
De repente se encontró con una revista en donde venía el mapa del mundo ¡Justo lo que precisaba!. Con unas tijeras recortó el mapa en varios pedazos y junto con un rollo de cinta se lo entregó a su hijo diciendo:
Como te gustan los rompecabezas, te voy a dar el mundo todo roto, para que lo repares sin ayuda de nadie.
Entonces calculó que al pequeño le llevaría días componer el mapa, pero no fue así.
Pasadas algunas horas, escuchó la voz del niño que lo llamaba calmadamente.
Papá, ya hice todo, conseguí terminarlo.
Al principio el padre no dio crédito a las palabras del niño.
Pensó que sería imposible que, a su edad, hubiera conseguido recomponer un mapa que jamás había visto antes.
Desconfiado, el científico levantó la vista de sus anotaciones con la certeza de que vería el trabajo digno de un niño. Para su sorpresa, el mapa estaba completo. Todos los pedazos habían sido colocados en sus debidos lugares.
¿Cómo era posible? ¿Cómo el niño había sido capaz?
Hijito, tú no sabías cómo era el mundo, ¿cómo lograste armarlo?
Papá, yo no sabía cómo era el mundo, pero cuando sacaste el mapa de la revista para recortarlo, vi que del otro lado estaba la figura de un hombre.
Así que di vuelta a los recortes y comencé a recomponer al hombre, que sí sabía cómo era.
Cuando conseguí arreglar al hombre, di vuelta la hoja y vi que había arreglado al mundo.
 

GALLETITAS

 
Una muchacha llegó al aeropuerto a esperar su vuelo y como debía esperar un rato, decidió comprar un libro y también un paquete de galletitas…
Entonces fue y se sentó en la sala de espera, para descansar y leer tranquilamente…
Asiento de por medio, se ubicó un hombre que abrió una revista y empezó a leer.
Entre ellos quedaron las galletitas.
Cuando la muchacha cogió la primera, el hombre también cogió una.
Ella se sintió indignada, … pero no dijo nada.
Pensó: ¡Que descarado!!!, si yo estuviera más dispuesta, hasta le daría un golpe para que nunca más se le olvide.
Y cada vez que ella cogía una galletita, el hombre también cogía una.
Aquello la molestaba tanto que no conseguía concentrarse ni reaccionar.
Cuando sólo quedaba una galleta pensó:
¿Qué hará ahora este abusón?
Entonces el hombre partió la última galletita y dejó una mitad para ella.
Ah !! No !!…
Aquello le pareció demasiado. Se puso a sudar de rabia, cerró su libro y sus cosas y se dirigió al sector de embarque.
Cuando estaba sentada en el avión, miró dentro de su bolso y para su sorpresa allí estaba su paquete de galletitas!!!… intacto, cerradito.
Sintió tanta vergüenza!!!
Sólo entonces se dio cuenta de lo equivocada que estaba. Había olvidado que sus galletitas estaban guardadas dentro de su bolso.
El hombre había compartido las suyas sin sentirse indignado, nervioso, consternado o alterado. Y ya no había tiempo ni posibilidades para explicar o pedir disculpas… pero sí para razonar.
¿Cuántas veces en nuestras vidas sacamos conclusiones cuando deberíamos observar mejor?
¿Cuántas cosas no son exactamente como pensamos acerca de las personas?
Y recordó que hay cuatro cosas en la vida que no se recuperan:
1. Una piedra, después de haber sido lanzada.
2. Una palabra, después de haber sido proferida.
3. Una oportunidad, después de haberla perdido.
4. El tiempo, después de haber pasado.


UNA ILUSTRACIÓN MUY VERDADERA


Un día, cuando los empleados llegaron a trabajar, encontraron en la recepción un enorme letrero en el que estaba escrito:
“AYER FALLECIÓ LA PERSONA QUE IMPEDÍA EL CRECIMIENTO DE USTED EN ESTA EMPRESA, ESTÁ INVITADO AL VELORIO EN LA CANCHA DEPORTIVA”.
Al comienzo, todos se entristecieron por la muerte de uno de sus compañeros pero después, comenzaron a sentir curiosidad por saber quién era el que estaba impidiendo el crecimiento de sus compañeros y la empresa.
La agitación en el área deportiva era tan colosal que fue necesario llamar a los de vigilancia para organizar la fila en el velorio.
Conforme las personas iban acercándose al ataúd, la excitación aumentaba:
¿Quién será el que estaba impidiendo mi progreso? ¡Qué bueno que el infeliz murió!
Uno a uno, los empleados agitados se aproximaban al ataúd, miraban al difunto y se quedaban unos minutos en el más absoluto silencio, como si les hubieran tocado lo más profundo del alma.
Pues bien, en el fondo del ataúd había un espejo,…cada uno se veía a sí mismo….
SOLO EXISTE UNA PERSONA CAPAZ DE LIMITAR TU CRECIMIENTO:
TU MISMO.
TÚ ERES LA ÚNICA PERSONA QUE PUEDE HACER UNA REVOLUCIÓN EN TU VIDA.
TÚ ERES LA ÚNICA PERSONA QUE PUEDE PERJUDICAR TU VIDA.
TU ERES LA ÚNICA PERSONA QUE SE PUEDE AYUDAR A SI MISMO.
TU VIDA NO CAMBIA CUANDO CAMBIA TU JEFE,
CUANDO TUS PADRES CAMBIAN,
CUANDO TUS AMIGOS CAMBIAN,
CUANDO TU PAREJA CAMBIA.
TU VIDA CAMBIA, CUANDO “TU CAMBIAS”,
Y “TU ERES EL ÚNICO RESPONSABLE POR ELLA.”
“ATRÉVETE A CAMBIAR PARA DAR AL MUNDO, LO QUE SE MERECE”.
 

¡¡Era una vez una carrera de Sapos!!

 

El objetivo era llegar a lo alto de una gran torre.
Había en el lugar una multitud.
Mucha gente para animarlos y gritar por ellos.
Comenzó la competencia.
Como la multitud no creía que pudieran alcanzar la cima de aquella torre, lo que más se escuchaba era:
Qué pena… ¡¡esos sapos no lo van a conseguir…no lo van a conseguir…!!
Los sapitos comenzaron a desistir.
Pero había uno que persistía y continuaba subiendo en busca de la cima.
La multitud continuaba gritando:
Qué pena…  ¡¡ustedes no lo van a conseguir…!!
Los sapitos estaban dándose por vencidos.
Salvo por aquel sapito que seguía y seguía tranquilo y ahora cada vez más con más fuerza.
Llegando el final de la competición todos desistieron, menos ese sapito Que curiosamente en contra de todos, seguía.
Llegó a la cima con todo su esfuerzo.
Los otros querían saber que le había pasado.
Un sapito le fue a preguntar cómo había conseguido concluir la prueba.
Y descubrieron que era sordo.
 
¡¡No permitas que personas con pésimos hábitos de ser negativos derrumben las mejores y más sabias esperanzas de tu corazón!!
Recuerda siempre: “El poder que tienen las palabras que escuchas “
Resumiendo: Se siempre “sordo” cuando alguien te dice que no puedes realizar tus sueños.
 

 

El Cielo y el Infierno

 

Cierto día, un hombre Santo estaba teniendo una conversación con el Señor y dijo:
Señor, me gustaría saber cómo es el cielo y el infierno.
El Señor llevó al hombre Santo hacia dos puertas.
Al abrir una de las puertas, el hombre Santo miró dentro y en medio  observó que había una gran mesa redonda.
En medio de la mesa había una gran olla de guisado que olía tan delicioso que se le hacía  agua la boca al hombre Santo.
La gente sentada alrededor de la mesa estaba delgada,  enferma y parecían hambrientos.
Ellos estaban sosteniendo cucharas con mangos muy largos que estaban atados a sus brazos.
Cada uno era capaz de meter  mano en el pote de guisado y tomar una cucharada pero, por causa que el mango era más largo que sus brazos, no podían poner las cucharas en sus bocas.
El hombre Santo se estremeció ante semejante cuadro de miseria y sufrimiento.
El señor le dijo: “Has visto el infierno”. Luego fueron y abrieron la siguiente puerta, era exactamente igual como el primer cuarto.
Había una gran mesa redonda y con el gran pote de guisado y que también se le hizo la boca agua al hombre Santo.
La gente estaba equipada con las mismas cucharas de mangos largos pero, aquí la gente estaba bien alimentada y llena de salud, sonriendo y hablando felizmente.
El hombre Santo dijo:
¡¡No entiendo!! “Es simple”, dijo el Señor.
Esto requiere de una habilidad, mira: “Ellos han aprendido a alimentarse los unos a los otros”, mientras que los avaros, piensan solamente en ellos mismos.
 
 

¿Que nos impide volar?

 
Tu futuro está en tus manos, tu vida está en tus manos… tú decides cuándo y cómo.
Erase una vez un rey que recibió como obsequio, dos pequeños halcones, y los entregó al maestro de cetrería para que los entrenara.
Pasando unos meses, el maestro le informó al rey que uno de los halcones estaba perfectamente pero, que al otro no sabía que le sucedía, no se había movido de la rama donde lo dejó desde el día que llegó.
El rey mandó llamar a curanderos y sanadores para que vieran al halcón, pero nadie pudo hacer volar el ave.
Encargó entonces la misión a miembros de la corte, pero nada sucedió.
Al día siguiente por la ventana, el monarca pudo observar, que el ave aún continuaba inmóvil.
Entonces decidió comunicar a su pueblo que ofrecería una recompensa, a la persona que hiciera volar al halcón.
A la mañana siguiente, vio al halcón volando ágilmente por los jardines.
El rey le dijo a su corte, traedme al autor de ese milagro.
Su corte rápidamente le presento a un campesino.
El rey le preguntó:
¿Tú hiciste volar al halcón?, ¿Cómo lo hiciste?, ¿Eres mago?
Intimidado el campesino le dijo al rey:
Fácil mi rey, sólo corté la rama, y el halcón voló, se dio cuenta que tenía alas y se fue a volar.
Tenemos sueños, queremos resultados, buscamos oportunidades, pero no siempre estamos dispuestos a correr riesgo, no siempre estamos dispuestos a transitar caminos difíciles.
Nos conformamos con lo que tenemos, creemos que es lo único y posible, y aprendemos a vivir desde la resignación.
No puedes descubrir nuevos mares… a menos que tengas el coraje para navegar.
Pero nadie vendrá a rescatarte, nadie cortará tu rama.
"Tú eres el mago".
 

La historia del bambú japonés

 
No hay que ser agricultor para saber que una buena cosecha requiere de buena semilla, buen abono y riego constante.
También es obvio que quien cultiva la tierra no se impacienta frente a la semilla sembrada, halándola con el riesgo de echarla a perder, gritándole con todas sus fuerzas:
¡¡Crece, por favor, Crece!!
Hay algo muy curioso que sucede con el bambú japonés y que lo transforma en no apto para impacientes: siembras la semilla, la abonas, y te ocupas de regarla constantemente.
Durante los primeros meses no sucede nada apreciable. En realidad, no pasa nada con la semilla durante los primeros siete años, a tal punto que, un cultivador inexperto estaría convencido de haber comprado semillas infértiles.
Sin embargo, durante el séptimo año, en un período de sólo seis semanas la planta de bambú crece ¡mas de 30 metros! ¿Tardó sólo seis semanas crecer? No, la verdad es que se tomó siete años y seis semanas en desarrollarse.
Durante los primeros siete años de aparente inactividad, este bambú estaba generando un complejo sistema de raíces que le permitirían sostener el crecimiento, que iba a tener después de siete años.
Sin embargo, en la vida cotidiana, muchas veces queremos encontrar soluciones rápidas y triunfos apresurados, sin entender que el éxito es simplemente resultado del crecimiento interno y que éste requiere tiempo.
De igual manera, es necesario entender que en muchas ocasiones estaremos frente a situaciones en las que creemos que nada está sucediendo.
Y esto puede ser extremadamente frustrante.
En esos momentos (que todos tenemos), recordar el ciclo de maduración del bambú japonés y aceptar que “en tanto no bajemos los brazos” ni abandonemos por no “ver” el resultado que esperamos, sí está sucediendo algo, dentro nuestro…
Estamos creciendo, madurando.
Quienes no se dan por vencidos, van gradual e imperceptiblemente creando los hábitos y el temple que les permitirá sostener el éxito cuando éste al fin se materialice.
Si no consigues lo que anhelas, no desesperes… quizá sólo estés echando raíces…
 
 

El ladrillo

 
Un joven y exitoso ejecutivo paseaba a toda velocidad sin ninguna precaución por una colonia en la parte vieja de su ciudad en su nuevo auto deportivo, un flamante Porche.
De repente, sintió un estruendoso golpe en la puerta, se detuvo y, al bajarse, vio que un ladrillo le había estropeado la pintura, carrocería y vidrio de la puerta de su lujoso auto.
Se subió nuevamente, pero esta vez lleno de enojo, dio un brusco giro de 180 grados, y regresó a toda velocidad al lugar donde vio salir el ladrillo que acababa de desgraciar su exótico auto.
Salió del auto de un brinco, y agarro por los brazos a un chiquillo, y empujándolo hacia su auto le gritó:
“¿Qué rayos fue eso? ¿Quién eres tú? ¿Qué crees que haces con mi auto?”.
Enfurecido, casi echando humo por la nariz y las orejas, continúo gritándole al chiquillo:
“Es un auto nuevo, y ese ladrillo que lanzaste va a costarte muy caro. ¿Por qué hiciste eso?”
“Lo siento mucho señor. No sé qué hacer”, suplico el chiquillo. “Le lance el ladrillo porque nadie se detenía”. Las lágrimas bajaban por sus mejillas hasta el suelo, mientras señalaba cerca de donde estaba el auto estacionado.
“Es mi hermano”, le dijo. “Se descarriló su silla de ruedas y se cayó al suelo y no puedo levantarlo”.
Sollozando, el chiquillo le preguntó al ejecutivo:
“Puede usted, por favor, ayudarme a sentarlo en su silla? Está golpeado y pesa mucho para mi sólito. Soy muy pequeño”.
Visiblemente impactado por las palabras del chiquillo, el ejecutivo se tragó el grueso nudo que se le formó en su garganta.
Indescriptiblemente emocionado por lo que acababa de pasarle, levantó al joven del suelo, lo sentó nuevamente en su silla y sacó su pañuelo de seda para limpiar un poco las cortaduras del hermano de aquel chiquillo tan especial.
Luego de verificar que se encontraba bien, miró al chiquillo, y este le dio las gracias con una gran sonrisa indescriptible.
“Dios lo bendiga señor, y muchas gracias”, le dijo.
El hombre vio como se alejaba el chiquillo empujando trabajosamente la pesada silla de ruedas de su hermano, hasta llegar a su humilde casita.
El ejecutivo no reparo la puerta del auto, manteniendo la hendidura que le hizo el ladrillazo, para recordarle que no debe ir por la vida tan distraído y tan deprisa que alguien tenga que lanzarle un ladrillo para que preste atención.
Cuantas veces en nuestra vida nos tienen que dar un ladrillazo para despertar y cambiar el rumbo de nuestras vidas y de nuestro destino?
Dios normalmente nos susurra en el alma y en el corazón, pero hay veces que tiene que lanzarnos un ladrillo a ver si le prestamos atención.
¿Escucharás el susurro o el ladrillazo?
 
 

EL GRANO DE CAFÉ

 
Una hija se quejaba a su padre acerca de su vida y como las cosas le resultaban tan difíciles.   No sabía cómo hacer para seguir adelante y creía que se daría por vencida.
Estaba cansada de luchar. Parecía que cuando solucionaba un problema, aparecía otro.
Su padre, un chef de cocina, la llevó a su lugar de trabajo.
Allí llenó tres ollas con agua y las colocó sobre fuego fuerte. Pronto el agua de las tres ollas estaba hirviendo. En una colocó zanahorias, en otra colocó huevos y en la última colocó granos de café. Las dejo hervir sin decir palabra. La hija espero impacientemente, preguntándose qué estaría haciendo su Padre.
A los veinte minutos el padre apagó el fuego. Sacó las zanahorias y las colocó en un recipiente. Sacó los huevos y los colocó en un plato.
Coló el café y lo puso en una taza. Mirando a su hija le dijo:
“Querida; ¿Que ves?” “Zanahorias, huevos y café; fue su respuesta.
La hizo acercarse y le pidió que tocara las zanahorias.
Ella lo hizo y notó que estaban blandas. Luego le pidió que tomara un huevo y lo rompiera.
Al sacarle la cáscara, observó que el huevo estaba duro.
Luego le pidió que probara el café. Ella sonrió mientras disfrutaba de su rico aroma.
Humildemente la hija preguntó: “¿Que significa esto, Padre?”
Él le explicó que los tres elementos habían enfrentado la misma adversidad: agua hirviendo, pero habían reaccionado en forma diferente.
La zanahoria llegó al agua fuerte, dura. Pero después de pasar por el agua hirviendo se había vuelto débil, fácil de deshacer.
El huevo había llegado al agua frágil. Su cascara fina protegía su interior líquido. Pero después de estar en agua hirviendo, su interior se había endurecido.
Los granos de café sin embargo eran los únicos. Después de estar en agua hirviendo, habían cambiado al agua.
“¿Cual eres tú?”, le preguntó a su hija. “Cuando la adversidad llama a tu puerta”, ¿cómo respondes? “¿Eres una zanahoria, un huevo o un grano de café?”
Y cómo eres tú: “Eres una zanahoria que parece fuerte pero que cuando la adversidad y el dolor te tocan, te vuelves débil y pierdes tu fortaleza”.
“Eres un huevo, que comienza con un corazón maleable”. Posees un espíritu fluido, pero después de una muerte, una separación, un divorcio o un despido te has vuelto duro y rígido. Por fuera te ves igual, pero “Eres amargado y áspero, con un espíritu y un corazón endurecido”"o, ¿eres como un grano de café? ¡El café! cambia al agua hirviente, el elemento que le causa dolor. Cuando el agua llega al punto de ebullición el café alcanza su mejor sabor.
Si eres como el grano de café, cuando las cosas se ponen peor, tu reaccionas mejor y haces que las cosas a tu alrededor mejoren. ¿Cómo manejas la adversidad?
¿Eres una zanahoria, un huevo o, un grano de café?
 

¿Sabes cuánto vales en realidad?


Una pequeña parábola para darnos cuenta de que valemos muchísimo más de lo que a veces pensamos.
 
Alfredo, con el rostro abatido de pesar y tristeza se reúne con su amiga Marisa en un bar a tomar un café.
Deprimido descargó en ella sus angustias:
“Que si el trabajo le iba mal y no soportaba a su jefe, que si el dinero no le llegaba a final de mes, que si la relación con su pareja cada vez iba peor, que si había dado por imposible dedicarse a su verdadera vocación…
Todo parecía estar mal en su vida, y pensaba que él no valía para nada, que había perdido la confianza en sí mismo y las ganas de todo”
Marisa, después de escucharlo hasta el final, introdujo la mano en su cartera, sacó un billete de 50 Euros y le dijo:
Alfredo, ¿quieres este billete?
Alfredo, un poco confundido al principio, inmediatamente le dijo:
Claro Marisa…son 50 Euros, ¿Quién no los querría?
Entonces Marisa tomó el billete en uno de sus puños y lo arrugó hasta hacerlo una pequeña bola, mostrando la estrujada pelotita a Alfredo volvió a preguntarle:
Y ahora, ¿lo quieres todavía?
Marisa, no sé qué pretendes con esto, pero siguen siendo 50 Euros, claro que los tomaré si me lo entregas.
Entonces Marisa desdobló el arrugado billete, lo tiró al suelo y lo restregó con su pie en el suelo, levantándolo luego sucio y  marcado.
¿Lo sigues queriendo?
Mira Marisa, sigo sin entender que pretendes, pero ese es un billete de 50 Euros y mientras no lo rompas conserva su valor.
Entonces Alfredo, debes saber que aunque a veces algo no salga como quieres, aunque la vida te arrugue o pisotee, SIGUES siendo tan valioso como siempre lo hayas sido.
Lo que debes preguntarte es CUANTO VALES en realidad y no lo golpeado que puedas estar en un momento determinado.
Alfredo se quedó mirando a Marisa sin decir palabra alguna mientras el impacto del mensaje penetraba profundamente en su cerebro.
Marisa puso el arrugado billete de su lado en la mesa y con una sonrisa cómplice agregó:
Toma, guárdalo para que te recuerdes de esto cuando te sientas mal, pero me debes un billete NUEVO de 50 Euros para poder usar con el próximo amigo que lo necesite.
¿Cuántas veces dudamos de nuestro propio valor, de que realmente MERECEMOS MAS y que PODEMOS
CONSEGUIRLO si nos lo proponemos?
Claro que con el mero propósito no alcanzamos nuestra meta, se requiere de la ACCIÓN para lograr los beneficios.
Yo sé que se puede y que existen innumerables caminos para conseguirlo, pero, "DEBEMOS DE TENER CLARO CUANTO VALEMOS Y NO OLVIDARLO JAMAS".
 

Las cosas que de verdad importan


“Un día, un viejo profesor fue contratado para dar una sesión de formación, sobre la planificación eficaz de su tiempo, a un grupo de quince ejecutivos de grandes compañías norteamericanas.
El viejo profesor solamente tenía una hora para hablar sobre esta materia, así que se las ingenió para poder trasmitirles su idea en tan poco tiempo, una hora.
Parado, delante de ese grupo de élite (que estaba listo a anotar todo lo que el experto le iba a enseñar), el viejo profe los miró uno por uno, atentamente, y les dijo “Vamos a hacer un experimento”.
Debajo de la mesa que lo separaba de sus alumnos, el profesor movió un inmenso tarro de vidrio de más de 4 litros, que puso cuidadosamente en la mesa.
Luego sacó alrededor de doce piedras tan grandes como bolas de tenis y las depositó cuidadosamente, una por una en el gran tarro.
Cuando el recipiente se llenó hasta el borde y era imposible agregarle una sola piedra más, levantó lentamente los ojos hacia sus alumnos y les preguntó: “¿Les parece que el tarro está lleno?”
Todos respondieron: “Sí.”
Esperó unos segundos y agregó: “¿Están seguros?”
Entonces, él se agachó de nuevo y sacó de debajo de la mesa un recipiente lleno de piedrecillas pequeñas.
Con mucho cuidado, él agregó las piedrecitas sobre las piedras grandes y sacudió ligeramente el tarro. Las pequeñas piedras se infiltraron entre las grandes… hasta el fondo del tarro.
El viejo profesor levantó nuevamente los ojos hacia su auditorio y reiteró su pregunta: “¿Les parece que el tarro está lleno?”
Esta vez sus brillantes alumnos comenzaron a entender el experimento y dudaron.
Uno de ellos respondió: “Probablemente no”
“Bien”, respondió el viejo profesor. Se agachó nuevamente y esta vez sacó de debajo de la mesa una bolsa de arena de la playa. Con mucho cuidado agregó la arena al tarro. La arena rellenó los espacios existentes entre las piedras y las piedrecitas.
Una vez más, preguntó: “¿Les parece que el tarro está lleno?”
Esta vez sin pensarlo dos veces y en coro, los brillantes alumnos, respondieron: “¡No!”
“Bien”, respondió el viejo profesor.
Y como se esperaban sus prestigiosos alumnos, el hombre cogió la botella de agua que estaba sobre la mesa y llenó el tarro hasta el tope.
El viejo profesor levantó entonces los ojos hacia su grupo y preguntó: “¿Qué gran verdad nos demuestra esta experiencia?“
Hubo unos instantes de silencio.
El más audaz de sus alumnos, reflexionando sobre el tema de este taller, respondió:
“Esto demuestra que incluso cuando creemos que nuestra agenda está completamente llena, si lo deseamos realmente, podemos agregar más citas, más cosas para hacer.”
“No”, respondió el viejo profesor. “No es eso, pero gracias por tu aportación”.
“La gran verdad que nos muestra esta experiencia, es la siguiente:
“Si uno no mete las piedras grandes primero en el tarro, jamás podría hacer entrar el resto después.”
Hubo un gran silencio, en el que cada uno estaba tomando conciencia de la evidencia de estos propósitos.
El viejo profesor, dijo entonces:
“¿Cuáles son las piedras grandes en sus vidas?”
“¿Su salud?” “¿Su familia?” “¿Sus amigos?” “¿Realizar sus sueños?” “¿Hacer lo que aman?” “¿Aprender?” “¿Defender una causa?” “¿Relajarse?” “¿Tomarse el tiempo…?” “¿O cualquier otra cosa?”
“Lo que hay que entender, es la importancia de meter esas PIEDRAS GRANDES en primer lugar en la vida.
Si no, uno se arriesga a no lograr lo que anhela en la vida.
Si uno le da prioridad a las cosas sin importancia (las piedrecitas, la arena) uno llenará la vida, pues, de cosas sin importancia y no tendrá suficiente tiempo para consagrar a los elementos importantes de la vida.”
Aquí acaba esta aleccionadora historia del profesor y sus alumnos…
Y ahora yo te planteo a ti que estás leyendo este artículo:
¿Cuáles son las piedras grandes para ti?
¿Cuáles tienes en tu tarro y cuales estas dejando por fuera?
“Enseguida, no esperes mas, mételas primero en tu tarro y no pierdas el tiempo con las cosas sin importancia, las piedrecitas y la arena”


El árbol que no sabía quién era


Había una vez un hermoso jardín donde crecían manzanos, naranjos, perales y bellísimos rosales.
Todo era alegría en el jardín; y todos ellos estaban muy satisfechos y felices. Excepto por un solo árbol, profundamente triste.
El pobre tenía un problema: no daba frutos.
“No sé quién soy, ni para que sirvo, todos florecen y dan frutos menos yo” se lamentaba el amargado árbol.
Lo que te falta es concentración,- le decía el manzano,-  si realmente lo intentas, podrás tener deliciosas manzanas. ¿Ves que fácil es?
No lo escuches,- exigía el rosal.- Es más sencillo tener rosas y ¿Ves que bellas son?
Y desesperado, el árbol intentaba todo lo que le sugerían.  Pero como no lograba ser como los demás, se sentía cada vez más frustrado.
Un día llegó hasta el jardín el búho, la más sabia de las aves, y al ver la desesperación del árbol, exclamó:
No te preocupes, tu problema no es tan grave, es el mismo de muchísimos seres sobre la tierra. Es tu enfoque lo que te hace sufrir.
“No dediques tu vida a ser como los demás quieran que seas.  Sé tu mismo.  Conócete a ti mismo como eres.  Y para lograr esto, escucha tu voz interior.”
Y dicho esto, el búho se fue.
“¿Mi voz interior…? ¿Ser yo mismo…? ¿Conocerme…? ” Se preguntaba el árbol desesperado.  Y se puso a meditar esos conceptos.
Finalmente, de pronto, comprendió. Y cerrando los ojos y los oídos, abrió el corazón, y pudo escuchar su voz interior diciéndole:
”Tú jamás darás manzanas porque no eres un manzano, ni florecerás cada primavera porque no eres un rosal. Eres un roble, y tu destino es crecer grande y majestuoso. Dar cobijo a las aves, sombra a los viajeros y belleza al paisaje.  Eso es quién eres.  ¡Sé lo que eres!  Y el árbol se sintió fuerte y seguro de sí mismo y se dispuso a ser todo aquello para lo cual estaba destinado.
Así, pronto llenó su espacio y fue admirado y respetado por todos. Y sólo entonces todo el jardín fue completamente feliz, cada quien conociéndose a sí mismo y dando cada uno los mejores “frutos” que podían ofrecer.


El saco de carbón


Un cuento para entender que no debemos albergar sentimientos negativos hacia otros, ya que nos hacen daño a nosotros mismos.
 
Un día, Juan entró a su casa dando patadas en el suelo y gritando muy molesto, estaba rabioso y se podía ver su ira en la mirada. Se fue directo hacia su padre y le dijo, casi gritando:
Papá, ¡Te juro que tengo mucha rabia! Pedrito no debió hacer lo que hizo conmigo. Por eso, le deseo todo el mal del mundo, ¡Tengo ganas de matarlo!
Su padre, un hombre simple, pero lleno de sabiduría, escuchaba con calma al hijo quien continuaba diciendo:
Imagínate que el estúpido de Pedrito me humilló frente a mis amigos. ¡No acepto eso! Me gustaría que él se pusiera enfermo para que no pudiera ir más a la escuela.
El padre siguió escuchando y se dirigió hacia una esquina del garaje de la casa, de donde tomó un saco lleno de carbón el cual llevó hasta el final del jardín y le propuso:
¿Ves aquella camisa blanca que está en el tendedero? Hazte la idea de que es Pedrito y cada pedazo de carbón que hay en esta bolsa es un mal pensamiento que va dirigido a él. Tírale todo el carbón que hay en el saco, hasta el último pedazo. Después yo regreso para ver como quedó.
El niño lo tomó como un juego y comenzó a lanzar los carbones pero como el tendedero estaba lejos, pocos de ellos acertaron la camisa.
Cuando, el padre regresó y le preguntó:
Hijo ¿Qué tal te sientes?
Cansado pero alegre. Acerté algunos pedazos de carbón a la camisa.
El padre tomó al niño de la mano y le dijo:
Ven conmigo quiero mostrarte algo.
Lo colocó frente a un espejo que le permite ver todo su cuerpo…. ¡Qué susto!
Estaba todo negro y sólo se le veían los dientes y los ojos.
En ese momento el padre dijo:
Hijo, cómo pudiste observar la camisa quedó un poco sucia pero no es comparable a lo sucio que quedaste tú.
El mal que deseamos a otros se nos devuelve y multiplica en nosotros.
Por más que queremos o podamos perturbar la vida de alguien con nuestros pensamientos, los residuos y la suciedad siempre queda en nosotros mismos.

No sirve de nada tener pensamientos negativos, que solamente nos ensucian a nosotros mismos.
 

 

El eco de la Vida

 
Un hijo y su padre estaban caminando en las montañas.
De repente, el hijo se lastima y grita: “Aaaaaahhhhhhhhh!!!!!”
Para su sorpresa oye una voz repitiendo en algún lugar de la montaña: “Aaaaaahhhhhhhhh!!!!!”
Con curiosidad el niño grita:
“¿Quién está ahí?”
Recibe una respuesta:
“¿Quién está ahí?”
Enojado con la respuesta, el niño grita:
“Cobarde”
Y recibe de respuesta:
“Cobarde”
El niño mira a su padre y le pregunta:
“¿Qué sucede?”
El padre, sonríe y le dice: “Hijo mío, presta atención”.
Y entonces el padre grita a la montaña:
“Te admiro”
Y la voz le responde:
“Te admiro”
De nuevo, el hombre grita:
“Eres un campeón”
Y la voz le responde:
“Eres un campeón”
El niño estaba asombrado, pero no entendía.
Luego, el padre le explica: “La gente lo llama eco, pero en realidad, es la vida, te devuelve todo lo que dices o haces.
Nuestra vida es simplemente un reflejo de nuestras acciones.
Si deseas más amor en el mundo, crea más amor a tu alrededor.
Si deseas felicidad, da felicidad a los que te rodean.
Si quieres una sonrisa en el alma, da una sonrisa al alma de los que conoces.
Esta relación se aplica a todos los aspectos de la vida.
La vida te dará de regreso, exactamente aquello que tú le has dado.
Tu vida no es una coincidencia, es un reflejo de ti.
Alguien dijo:
“Si no te gusta lo que recibes de regreso, revisa muy bien lo que estás dando”
 

EL CORAZÓN PERFECTO.

 
Parábola extraída de la cultura del Tíbet.
Un día un hombre joven se situó en el centro de un poblado y proclamó que él poseía el corazón más hermoso de toda la comarca.
Una gran multitud se congregó a su alrededor y todos admiraron y confirmaron que su corazón era perfecto, pues no se observaban en el ni máculas ni rasguños.
Sí, coincidieron todos que era el corazón más hermoso que hubieran visto.
Al verse admirado el joven se sintió más orgulloso aún, y con mayor fervor aseguró poseer el corazón más hermoso de todo el vasto lugar.
De pronto un anciano se acercó y dijo: “¿Por qué dices eso, si tu corazón no es ni tan, aproximadamente, tan hermoso como el mío?
Sorprendidos la multitud y el joven miraron el corazón del viejo y vieron que, si bien latía vigorosamente, éste estaba cubierto de cicatrices y hasta había zonas donde faltaban trozos y éstos habían sido reemplazados por otros que no encastraban perfectamente en el lugar, pues se veían bordes y aristas irregulares en su derredor.
Es más, había lugares con huecos, donde faltaban trozos profundos.
La mirada de la gente se sobrecogió  ¿cómo puede él decir que su corazón es más hermoso?, pensaron…
El joven contempló el corazón del anciano y al ver su estado desgarbado, se echó a reír.
“Debes estar bromeando,” dijo.
“Compara tu corazón con el mío…
El mío es perfecto. En cambio el tuyo es un conjunto de cicatrices y dolor.”
“Es cierto,” dijo el anciano,
“tu corazón luce perfecto, pero yo jamás me involucraría contigo…
Mira, cada cicatriz representa una persona a la cual entregué todo mi amor.
Arranqué trozos de mi corazón para entregárselos a cada uno de aquellos que he amado.
Muchos a su vez, me han obsequiado un trozo del suyo, que he colocado en el lugar que quedó abierto.
Como las piezas no eran iguales, quedaron los bordes por los cuales me alegro, porque al poseerlos me recuerdan el amor que hemos compartido.”
“Hubo oportunidades, en las cuales entregué un trozo de mi corazón a alguien, pero esa persona no me ofreció un poco del suyo a cambio.
De ahí quedaron los huecos dar amor es arriesgar, pero a pesar del dolor que esas heridas me producen al haber quedado abiertas, me recuerdan que los sigo amando y alimentan la esperanza, que algún día tal vez regresen y llenen el vacío que han dejado en mi corazón.”
“¿Comprendes ahora lo que es verdaderamente hermoso?”
El joven permaneció en silencio, lágrimas corrían por sus mejillas.
Se acercó al anciano, arrancó un trozo de su hermoso y joven corazón y se lo ofreció.
El anciano lo recibió y lo colocó en su corazón, luego a su vez arrancó un trozo del suyo ya viejo y maltrecho y con él tapó la herida abierta del joven.
La pieza se amoldó, pero no a la perfección.
Al no haber sido idénticos los trozos, se notaban los bordes.
El joven miró su corazón que ya no era perfecto, pero lucía mucho más hermoso que antes, porque el amor del anciano fluía en su interior.
 

La Fábula del Anillo 


Esta historia nos enseña que el verdadero valor de las cosas, solo puede ser apreciado por un experto.

Vengo, maestro, porque me siento tan poca cosa que no tengo fuerzas para hacer nada. Me dicen que no sirvo, que no hago nada bien, que soy torpe y bastante tonto. ¿Cómo puedo mejorar? ¿Qué puedo hacer para que me valoren más?
El maestro, sin mirarlo, le dijo:
Cuánto lo siento muchacho, no puedo ayudarte, debo resolver primero mi propio problema. Quizás después… y haciendo una pausa agregó Si quisieras ayudarme tú a mí, yo podría resolver este tema con más rapidez y después tal vez te pueda ayudar.
E…encantado, maestro, titubeó el joven pero sintió que otra vez era desvalorizado y sus necesidades postergadas.
Bien, asintió el maestro. Se quitó un anillo que llevaba en el dedo pequeño de la mano izquierda y dándoselo al muchacho, agregó, toma el caballo que está allí afuera y cabalga hasta el mercado. Debo vender este anillo porque tengo que pagar una deuda. Es necesario que obtengas por él la mayor suma posible, pero no aceptes menos de una moneda de oro.
Vete ya y regresa con esa moneda lo más rápido que puedas.
El joven tomó el anillo y partió.
Apenas llegó, empezó a ofrecer el anillo a los mercaderes. Estos lo miraban con algún interés, hasta que el joven decía lo que pretendía por el anillo.
Cuando el joven mencionaba la moneda de oro, algunos reían, otros le daban vuelta la cara y sólo un viejito fue tan amable como para tomarse la molestia de explicarle que una moneda de oro era muy valiosa para entregarla a cambio de un anillo.
En afán de ayudar, alguien le ofreció una moneda de plata y un cacharro de cobre, pero el joven tenía instrucciones de no aceptar menos de una moneda de oro, y rechazó la oferta.
Después de ofrecer su joya a toda persona que se cruzaba en el mercado -más de cien personas- y abatido por su fracaso, monto su caballo y regresó.
Cuánto hubiera deseado el joven tener él mismo esa moneda de oro. Podría entonces habérsela entregado al maestro para liberarlo de su preocupación y recibir entonces su consejo y ayuda.
Entró en la habitación.
Maestro, dijo, lo siento, no es posible conseguir lo que me pediste. Quizás pudiera conseguir dos o tres monedas de plata, pero no creo que yo pueda engañar a nadie respecto del verdadero valor del anillo.
Que importante lo que dijiste, joven amigo, contestó sonriente el maestro. Debemos saber primero el verdadero valor del anillo. Vuelve a montar y vete al joyero. ¿Quién mejor que él, para saberlo? Dile que quisieras vender el anillo y pregúntale cuanto te da por él. Pero no importa lo que te ofrezca, no se lo vendas. Vuelve aquí con mi anillo.
El joven volvió a cabalgar.
El joyero examinó el anillo a la luz del candil, lo miró con su lupa, lo pesó y luego le dijo:
Dile al maestro, muchacho, que si lo quiere vender ya, no puedo darle más que 58 monedas de oro por su anillo. ¿58 monedas?, exclamó el joven.
Sí, replicó el joyero, Yo sé que con tiempo podríamos obtener por él cerca de 70 monedas, pero no sé… si la venta es urgente…
El Joven corrió emocionado a casa del maestro a contarle lo sucedido.
Siéntate, dijo el maestro después de escucharlo. Tú eres como este anillo: una joya, valiosa y única. Y como tal, sólo puede evaluarte verdaderamente un experto.
¿Qué haces por la vida pretendiendo que cualquiera descubra tu verdadero valor?
Y diciendo esto, volvió a ponerse el anillo en el dedo pequeño de su mano izquierda.


 

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